04 diciembre 2013

02 diciembre 2013

* Freeletics.High Intensity Training.

Hace ya cinco semanas que me decidí a retarme a mi mismo.Bueno,cinco no oficiales,porque un catarro me dejó en el dique seco después de la cuarta semana y tuve que volver a repetirla por eso de que es mejor volver a coger fuerzas antes de volver a enfrentarte al reto.
Estoy hablando de Freeletics.Una suerte de programa atlético que te permite ponerte en forma de una forma relativamente rápida.Muy en forma.

 Pero como casi todo en la vida,no es gratis.No es gratis porque vale una pasta apuntarse (Unos 40 euros que como veremos más tarde vale la pena gastárselos) pero sobretodo porque todas y cada una de las sesiones de este entrenamiento conocido como HIT (High Intensity Training) te dejan absolutamente exhausto.Y digo absolutamente porque están diseñados para que en cada uno de los ejercicios tengas que luchar no solamente contra tu propio peso (Ahí está el truco,siempre levantas tu propio peso),sino que has de intentar bajar el tiempo empleado en hacerlo.Te revientas.

Lo bueno del tema es que una vez asimilada la carga de trabajo por tu organismo (Aquí entra en juego fundamentalmente una buena nutrición para echarle una mano al body) te encuentras mucho más fuerte,con unos resultados verdaderamente significativos en cuanto a pérdida de volumen (Que no de peso) y de encontrarte más fuerte cada día que pasa.

La guía tiene un coste porque además de explicarte claramente los ejercicios (Bautizados siguiendo nombres de la mitología griega) y permitirte el acceso a cada uno de ellos, además tienes un entrenador personal virtual que ,en función de los resultados de los ejercicios reportados y de como vas evolucionando en cada uno de ellos, va variando los que te llegan semana a semana,hasta llegar a un total de quince semanas que componen el reto.La rutina varía en función de tu rendimiento,básicamente.

De momento estoy sufriendo bastante (La primera semana es épica y las agujetas llegan a sitios insospechados) pero vale mucho la pena.

Hoy me toca Artemis,y ya tengo ganas de hincarle el diente...:-)

* Feed the Machine.Black Sun Empire

26 agosto 2013

* Pacific Rim de Guillermo del Toro.

Menudo pedazo de monumento de película que se ha marcado Guillermo del Toro.No busques grandes interpretaciones ni cine de comerte la cabeza...Solo hostias a mansalva  (Y menudos tortazos salen) para acabar con los cabrones de monstruos que quieren destruir la tierra.Sólo eso.

31 julio 2013

* The Roadery.Soñando despierto....

The Roadery.Así se llama una "agencia de viajes" que se dedica a organizar viajes en moto,con y sin guia.Lo especial? Las motos que te dejan para que hagas la travesía: Harley Davidson americanas si lo que te apetece es músculo y Triumph si lo que quieres es glamour ante todo y espíritu café racer. Eso es lo que publicitan en su web,al menos...
Pero lo que es la ostia es el entorno donde te mueves...Grandes trayectos por Norteamérica como los que pueden hacerse a través de los grandes parque nacionales o a lo largo de las dos costas,tanto la del Atántico como la del Pacífico,por no hablar de disfrutar conduciendo un pepino mientras atraviesas desiertos y montañas a través de la famosa Route 66.

Algún dia....

15 julio 2013

* Al cumplir los ochenta...

Anoche soñé con el mercurio: enormes y relucientes glóbulos de azogue que subían y bajaban. El mercurio es el elemento número 80, y mi sueño fue un recordatorio de que muy pronto los años que iba a cumplir también serían 80. Desde que era un niño, cuando conocí los números atómicos, para mí los elementos de la tabla periódica y los cumpleaños han estado entrelazados. A los 11 años podía decir: “soy sodio” (elemento 11), y cuando tuve 79 años, fui oro. Hace unos años, cuando le di a un amigo una botella de mercurio por su 80º cumpleaños (una botella especial que no podía tener fugas ni romperse) me miró de una forma peculiar, pero más adelante me envió una carta encantadora en la que bromeaba: “tomo un poquito todas las mañanas, por salud”.
¡80 años! Casi no me lo creo. Muchas veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida darme cuenta de que casi ha terminado. Mi madre era la decimosexta de 18 niños; yo fui el más joven de sus cuatro hijos, y casi el más joven del vasto número de primos de su lado de su familia. Siempre fui el más joven de mi clase en el instituto. He mantenido esta sensación de ser siempre el más joven, aunque ahora mismo ya soy prácticamente la persona más vieja que conozco.
A los 41 años pensé que me moriría: tuve una mala caída y me rompí una pierna haciendo a solas montañismo. Me entablillé la pierna lo mejor que pude y empecé a descender la montaña torpemente, ayudándome solo de los brazos. En las largas horas que siguieron me asaltaron los recuerdos, tanto los buenos como los malos. La mayoría surgían de la gratitud: gratitud por lo que me habían dado otros, y también gratitud por haber sido capaz de devolver algo (el año anterior se había publicado Despertares).
A los 80 años, con un puñado de problemas médicos y quirúrgicos, aunque ninguno de ellos vaya a incapacitarme. Me siento contento de estar vivo: “¡Me alegro de no estar muerto!”. Es una frase que se me escapa cuando hace un día perfecto. (Esto lo cuento como contraste a una anécdota que me contó un amigo. Paseando por París con Samuel Beckett durante una perfecta mañana de primavera, le dijo: “¿Un día como este no hace que le alegre estar vivo?”. A lo que Beckett respondió: “Yo no diría tanto”). Me siento agradecido por haber experimentado muchas cosas –algunas maravillosas, otras horribles— y por haber sido capaz de escribir una docena de libros, por haber recibido innumerables cartas de amigos, colegas, y lectores, y por disfrutar de mantener lo que Nathaniel Hawthorne llamaba “relaciones con el mundo”.
Siento haber perdido (y seguir perdiendo) tanto tiempo; siento ser tan angustiosamente tímido a los 80 como lo era a los 20; siento no hablar más idiomas que mi lengua materna, y no haber viajado ni haber experimentado otras culturas más ampliamente.
Siento que debería estar intentado completar mi vida, signifique lo que signifique eso de “completar una vida”. Algunos de mis pacientes, con 90 o 100 años, entonan el nunc dimittis —“He tenido una vida plena, y ahora estoy listo para irme”—. Para algunos de ellos, esto significa irse al cielo, y siempre es el cielo y no el infierno, aunque tanto a Samuel Johnson como a Boswell les estremecía la idea de ir al infierno, y se enfurecían con Hume, que no creía en tales cosas. Yo no tengo ninguna fe en (ni deseo de) una existencia posmortem, más allá de la que tendré en los recuerdos de mis amigos, y en la esperanza de que algunos de mis libros sigan “hablando” con la gente después de mi muerte.
A los 80 se cierne sobre uno el espectro de la demencia o del infarto. Un tercio de mis contemporáneos están muertos, y muchos más se ven atrapados en existencias trágicas y mínimas, con graves dolencias físicas o mentales. A los 80 las marcas de la decadencia son más que aparentes. Las reacciones se han vuelto más lentas, los nombres se te escapan con más frecuencia y hay que administrar las energías pero, con todo, uno se encuentra muchas veces pletórico y lleno de vida, y nada “viejo”. Tal vez, con suerte, llegue, más o menos intacto, a cumplir algunos años más, y se me conceda la libertad de amar y de trabajar, las dos cosas más importantes de la vida, como insistía Freud.El poeta W. H. Auden decía a menudo que pensaba vivir hasta los 80 y luego “marcharse con viento fresco” (vivió solo hasta los 67). Aunque han pasado 49 años desde su muerte yo sueño a menudo con él, de la misma manera que sueño con Luria, y con mis padres y con antiguos pacientes. Todos se fueron hace ya mucho tiempo, pero los quise y fueron importantes en mi vida.
Cuando me llegue la hora, espero poder morir en plena acción, como Francis Crick. Cuando le dijeron, a los 85 años, que tenía un cáncer mortal, hizo una breve pausa, miró al techo, y pronunció: “Todo lo que tiene un principio tiene que tener un final”, y procedió a seguir pensando en lo que le tenía ocupado antes. Cuando murió, a los 88, seguía completamente entregado a su trabajo más creativo.
Mi padre, que vivió hasta los 94, dijo muchas veces que sus 80 años habían sido una de las décadas en las que más había disfrutado en su vida. Sentía, como estoy empezando a sentir yo ahora, no un encogimiento, sino una ampliación de la vida y de la perspectiva mental. Uno tiene una larga experiencia de la vida, y no solo de la propia, sino también de la de los demás. Hemos visto triunfos y tragedias, ascensos y declives, revoluciones y guerras, grandes logros y también profundas ambigüedades. Hemos visto el surgimiento de grandes teorías, para luego ver cómo los hechos obstinados las derribaban. Uno es más consciente de que todo es pasajero, y también, posiblemente, más consciente de la belleza. A los 80 años uno puede tener una mirada amplia, y una sensación vívida, vivida, de la historia que no era posible tener con menos edad. Yo soy capaz de imaginar, de sentir en los huesos, lo que supone un siglo, cosa que no podía hacer cuando tenía 40 años, o 60. No pienso en la vejez como en una época cada vez más penosa que tenemos que soportar de la mejor manera posible, sino en una época de ocio y libertad, liberados de las urgencias artificiosas de días pasados, libres para explorar lo que deseemos, y para unir los pensamientos y las emociones de toda una vida. Tengo ganas de tener 80 años.

Oliver Sacks
 es neurólogo y escritor. Entre sus obras destacan Los ojos de la mente,Despertares y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Su último libro,Alucinaciones, lo publicará próximamente Anagrama.
© Oliver Sacks, 2013
Traducción de Eva Cruz
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02 mayo 2013

* Cromosoma Cinco de Maria Ripoll.

Especial como Andrea. Así es Cromosoma Cinco,el film/documental realizado por Maria Ripoll que tuve la oportunidad de ver en la 2 y en el cual se trata el denominado síndrome de Cri du Chat, o pérdida del Cromosoma Cinco.

Vale la pena verlo.

14 marzo 2013

* El Vuelo de Robert Zemeckis.

Espectacular está Denzel Washington en el retorno de Robert Zemeckis a las pantallas después de sus aventuras en el mundo de la animación. Denzel llenando la pantalla con ese carisma que desprende casi siempre  y que hace que hasta por un crápula inmoral como el comandante Whip Whitaker sientas una especie de compasión y hasta simpatía si me apuras.
El film ahonda en los problemas de adicción de una persona que se debate entre sus demonios personales y la historia que le toca interpretar,de una forma además excepcional.Contradicciones entre lo bueno y lo malo que puede aportar una persona aunque lo haga de una forma poco ética.

En definitiva,una película de las buenas.De las que cuando acabas te deja satisfecho.

Fight !!!

Seguramente perderás la batalla, tarde o temprano pasará, pero en una vida finita lo importante no es ganar una batalla que tienes perdida...